
A cambio de ser modernos, hemos vendido al demonio del progreso nuestra alma y con ella la posibilidad de alcanzar una felicidad genuina, que no es otra cosa más que la auto-realización del ser.
Pero, por qué razón sucede esto, por qué la sensación de insatisfacción con la propia vida; me atrevo a ensayar una respuesta posible aunque no la única; y es que a mi juicio se trata de la vida acelerada del mundo moderno, que nos impide ver profundamente en nuestro interior, analizar nuestras fortalezas y debilidades, ubicarnos centrados y enfocados en lo que realmente queremos y necesitamos para ser felices, en otras palabras el requisito a la auto - realización no es otro que el auto - conocimiento.
Este indagar en el propio ser, a menudo y por lo general no es una tarea directa, de corto aliento o fácil sino por el contrario; es ardua, trabajosa e implica dedicación y de un largo proceso de ensayo y error.
Aquí el factor tiempo es crucial, y la necesidad de desacelerar se hace evidente, para silenciar en la mente todas aquellas ideas que gobiernan nuestros actos, muchas de ellas aceptadas porque alguien "autorizado" nos la dijo en algún momento de nuestras vidas, tal vez en algún momento en que éramos susceptibles a aceptarlas.
Se va perfilando entonces la idea que titula este texto, la idea que revitaliza la necesidad de ir despacio, respetando nuestro propio tiempo biológico en directa relación con la calidad de vida, aquella que da énfasis a las necesidades emocionales, sociales, biológicas tan poco atendidas por la sociedad y economía modernas.
Recientemente han surgido movimientos al rededor del mundo que privilegian un estilo de vida más saludable, acorde a las necesidades humanas y los ritmos biológicos, entre ellos se encuentra el de la cultura o movimiento "Slow"; dedicarle tiempo a nuestro crecimiento personal, a actividades de crecimiento personal, al disfrute del ocio, a los hobbies o aficiones, al deporte, entre otras actividades encierra la principal propuesta de este movimiento. En contrapartida, viejos paradigmas del tiempo y la vida ligados a la producción económica, han empezado a decaer ante la insatisfacción y reducción materialista que pretende volver a las personas en autómatas; frases como "el tiempo es dinero" o "el trabajo dignifica al hombre" escondían detrás de una virtud aparente el pretexto para explotar, avasallando en su camino sueños, vidas, salud y familias.
No deseo explayarme más, termino compartiendo con ustedes estas palabras del filósofo, matemático y escritor británico Bertrand Russell sacadas de su ensayo "Elogio de la Ociosidad" (1932) :
"Creo que se ha trabajado demasiado en el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormes daños y que lo que hay que predicar en los países industriales modernos es algo completamente distinto de lo que siempre se ha predicado."
Lima |
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